Un buen libro no es común y corriente; en él no solo se encuentran datos, información general y conocimiento básico. Un buen libro sobrevive en el tiempo, deja alguna enseñanza y puede cautivar al lector; debe estar escrito de manera sencilla, original y directa, donde lo esencial es lo posible y aplicable a todos los seres humanos. Debe buscar la excelencia y la sabiduría (la facultad o capacidad de aprender de las experiencias de la lectura), sacar lo mejor de ellas, discernir entre lo bueno y lo malo y tratar de obrar en consecuencia y con sensatez.
Un buen libro es vida: abre la ventana del intelecto y del corazón, dando oportunidad de pensar para sentirse bien; lleva a meditar, a reflexionar o a reír, llorar, emocionarse o ilusionarse.
Si se lee con ánimo receptivo, adaptando el contenido a las necesidades particulares, se plantearán nuevas posibilidades que permiten emprender nuevas direcciones en la vida, con inteligencia e imaginación.
Al leer buenos libros se aprende de ellos, pero lo más importante “es saber si esos libros han motivado o cambiado en algún grado el sentido o propósito que se tiene de la vida, en la esperanza de lograr un mejoramiento personal”.
Los libros curan. Pueden ser un remedio ideal, no agresivo y con efecto homeopático, en momentos de tristeza, desasosiego, angustia, desesperanza o estrés.
En todos los niveles educativos, es preciso estimular más el hábito de la lectura para ampliar el horizonte cultural de las nuevas generaciones. Lástima que, en cuanto a los libros clásicos, el número de lectores cada día es más selectivo y minoritario.
Hoy, la moda son los libros basura o light; como los pañuelos de papel, una vez leídos, se tiran. La lectura de consumo rápido solo sirve para combatir el aburrimiento.
Para comprar un libro. Se debe tener una idea específica sobre un determinado tema, relacionado con un interés cultural, científico o con el estado anímico que se está viviendo. Es conveniente hojearlo para captar el significado del título, la personalidad del autor y los temas básicos.
Si se va regalar un libro, se deben explorar los intereses y gustos del lector. Los libros deben leerse con calma, fieles a la buena práctica de subrayar lo que más interesa. Este esfuerzo permite tener a mano un buen resumen del libro, o bien repasarlo con relativa facilidad y provecho.
Es aconsejable que, una vez leído un buen libro, se comente o discuta en familia o con amigos. Así, el texto se convierte en intercambio y manantial colectivo de cultura o en estímulo para la buena lectura.
Un buen libro puede convertirse en alas que para volar, en un buen amigo, en un maestro: es algo mágico, que nos permite meditar y adentrarnos en nuestra realidad existencial.
Por muchas razones sentimos por los buenos libros y sus autores inmensa gratitud y profundo respeto. Forjemos el hábito de la lectura y no perdamos la pasión por este ejercicio intelectual y cultural.
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